domingo, 19 de octubre de 2008

La cultura del disco en tiempos de globalización

La tapa del primer disco de
Invisible fue un hito entre la conbinación de la plástica de Escher y la belleza musical de una época


¡Es solo una cuestión de actitud!

Por Gastón Martínez

En la era de Internet, donde un artista o banda dispone de un abanico de herramientas que le permiten matizar diferentes técnicas y conceptos sonoros, algunas culminan con un producto final y acabado; y otras, en cambio, colgadas liza y llanamente bajo el término de maquetas o lados B. En esta red totalmente deslocalizada que recorta la línea temporo-espacial; con un simple clic nos permite estar simultáneamente en contacto con culturas y folklores, tan diversos como remotos.
La revolución tecnológica permite la difusión de un trabajo y la llegada a miles de persones alrededor del mundo, las cuales, no solo podrán impregnarse con su obra sino con la de miles de personas más. Allí se hallan cuestiones tan variadas y diversas, como eslabones de significaciones, o combinaciones numéricas, que por otras vías pocas posibilidades tendrían.
A juzgar por estas cuestiones que atañen netamente al negocio de la industria musical, donde conglomerados multinacionales estrujan a más no poder tanto a los artistas como a sus obras (por cuestiones económicas como de consumo), la cultura del disco antiguamente conocida va tendiendo a desaparecer, optando por un formato más económico e informal como lo es el digipack (un sobre de cartón que en su interior contiene el CD y que a veces puede contar con alguna información adicional).
Este hecho condena a melómanos y coleccionistas a correr una suerte de desencanto, al enfrentarse a formatos mezquinos, carentes de arte estético, y sin ficha técnica, como lo indican las diferentes obras reeditadas que incluyen discos de culto como el caso de Los Encargados y Sumo, y de obras esenciales como la de Moris, Pescado Rabioso y Vox Dei.

¡El rock de la verdad!

Con causas tan diversas como ambiciosas, y en parte debido a los excesivos precios a los que son sometidos los discos compactos - de los que un mínimo porcentaje va destinado a los músicos, y el resto se lo reparten las compañías y los principales medios de comunicación -, la descarga interactiva se encuentra entre los principales hobbies de cientos de jóvenes.
Otro de los caminos que lleva a posibles descargas son la ampliación de horizontes, ya que los medios aburren con propuestas austeras y machacantes, definiendo lo escuchable, difundible y comprable, y (consagrando un frívolo rock de la verdad) redundante en cosas prefabricadas, sorteando su dudosa credibilidad y parcialidad a algunos exponentes de turno.
Estos formadores de opinión publica redefinen términos como: comercial, popular y masivo, devaluando la música de contenido, y condenado irremediablemente a un gran numero de músicos a tomar caminos alternativos, como el de difundir sus discos a través de la red o colgar los cables de sus instrumentos.
Lo recién mencionado, sumado a cuestiones de comodidad, han desencadenado un democrático uso del mp3, aparato que permite almacenar grandes cantidades de canciones; y donde los discos corren la suerte de un menú, seleccionando dos o tres canciones y desechando el resto a un ficticio tacho de basura. Esto da origen a la famosa técnica de compilar, que permite hacer un mix de géneros tan diversos como variados.


¡Como Pan caliente!

En relación directa se encuentran los celulares, que como primicia absoluta, y mediante un mensaje de texto, podes descargar una placa recién salida del horno sin la necesidad de ir corriendo a la disqueria para comprarlo.
La consecuencia mas negativa del fenómeno MP3 es que desgraciadamente tiende ha comprimir y manipular las mixturas sonoras, imposibilitando apreciar ciertas capas.
En oídos no experimentados basta para que todos los formatos descargados se aprecien por igual, pero cuando los mismos son expuestos a equipos de alta calidad u oídos experimentados, se nota la excesiva carencia de los graves y se destaca el sonido fritura en los agudos, ya que la compresión y codificación va de los 256 kilovit por segundo en audio, y oscila entre 128 y 192 en MP3.

Si bien hay argumentos válidos, como los ya mencionados para fundar la hipotética desaparición del CD, hay quienes afirman, como en el caso del fundador de la Armonía Mundi, Bernard Coutaz, que “…muchos aseguraron que las descargas acabarían con el disco compacto pero se equivocaron, por que no hay crisis en la música…”
Otro fenómeno que no se puede dejar de apreciar, es la inmanente desaparición de grandes tiendas disqueras, que movidas por efecto dominó van cayendo una tras otra.
Esta crisis llevó a muchos especialistas del tema a deducir la breve extinción del CD; a lo que Coutaz, respondió invirtiendo en nuevas tiendas en Francia y España, y recomendando paciencia y precaución.

¿Se podrá predecir un disco eterno?

Si bien la teoría nos afirma que por inducción seria impredecible afirmar cual es el rumbo que tomará la industria de la música, y en especial nuestro querido disco compacto, espero que el árbol no oculte el bosque y en corto plazo encontrarme esa redición que alguna vez me quito el sueño.





Lo Positivo y lo negativo del fin de la era del CD



Por Santiago Ramos

La discusión sobre si el disco compacto está por desaparecer o no está tan trillada como el debate de que si el formato de los diarios en papel correrá esa misma suerte.
Sin embargo, hay muchos puntos que no son tenidos en cuenta en las habituales exposiciones sobreel tema: por ejemplo saber cuales son las consecuencias en la manera de escuchar música, cómo son los formatos de los discos actuales y si es realmente importante el disco como objeto.
“Escuchar álbumes ya es una cosa de puristas. Comprarse un disco, escucharlo de nuevo, si te gustó mucho ponerlo otra vez. Estamos ante la muerte inevitable del CD. Y en parte está bueno, ya que ese formato conllevó un vicio enorme. Se hacían discos largos y tediosos, dos canciones buenas y el resto una bosta”. Comentó Mariano Roger de Babasónicos –banda que lanzó su último material por celular primero y luego en el clásico formato de CD- al suplemento No de Página 12. Expresar que comprarse discos es cosa de puristas es muy acertado, pero abría que preguntarse si con los puristas alcanza para que la industria discográfica se mantenga. Probablemente no, aunque en cuanto a rock se refiere, la gran mayoría que compra discos son coleccionistas o puristas. A esto habría que sumarle la falta de respeto que sufren la gran mayoría de obras clásicas de rock argentino, si bien están a la venta a un precio accesible, han sido editadas de maneras muy austeras, en muchos casos sin tener ni siquiera sobre interno. Si se tiene en cuenta que quienes mantienen ese mercado son los melómanos, las empresas discográficas podrían hacer ediciones de mayor calidad para quienes realmente están dispuestos a gastar en una obra.
Leo García admitió que los formatos por los cuales se registra la música están en una etapa de transición. Andrés Calamaro se preguntó: “discos, ¿qué es eso?”, y se auto-respondió: “algo que existía antes”. Para gran parte de los músicos ya es un hecho que el formato CD está en extinción, la cuestión es saber de que forma se les puede retribuir a los artistas agradecimiento por su obra. Antes era comprando un disco, aunque el gran porcentaje de ese dinero iba a parar en manos de una empresa multinacional, quedando un ínfimo porcentaje en el bolsillo del músico.
Otro interrogante a resolver es si lo que importa es la música o el vehículo por el cual sale. Importa más la música, pero el vehículo por el que sale es un complemento muy importante para la obra, en éste también hay arte. Recordar la legendarias tapas de Sargent Peppers de The Beatles, el primer disco de Almendra a cargo del mismo Spinetta, Sticky Finger de Rolling Stones y The Velvet Undreground and Nico a cargo de Andy Warhol, Pappo Blue’s Volumen 2 y Artaud de Pescado a cargo de Gatti, Oktubre de Patricio Rey a cargo de Rocambole, etc. Además el sobre interno de un disco incluye cierta data de interés para inmiscuirse en la obra y descubrir otros aspectos de la misma. También el orden, y la forma de escuchar música estaban emparentados a la obra como un todo en la era del CD.
Si bien no sabemos a que nos puede llevar ésta etapa de transición que estamos viviendo, ya hay algunas consecuencias observables a simple vista: las positivas tienen que ver con la democratización de la distribución de canciones: hoy cualquier artista puede hacer uso de la red para dar a conocer su obra a todo el mundo. La democratización para escuchar música: hoy cualquiera puede conseguir el disco que desee sin gastar demasiado dinero, con el simple hecho de acceder a Internet. Y la otra cuestión positiva puede ser el llamado de atención hacia las empresas discográficas a que bajen los precios de los discos.
Dentro de las consecuencias negativas, la más importante tiene que ver con que se escucha cada vez más la música de forma fragmentada. Cualquiera tiene en su bolsillo 40.000 canciones que escucha muy por encima sin digerir cada tema como corresponde. Se han dejado de valorar las obras como un todo para solamente escuchar una parte de ese todo que son una o dos canciones por obra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El Fin de una era, el comienzo de otro negocio? ¿Aparecerán los enanos informáticos extrayéndoles el jugo a las obras?
Es muy interesante. Me gusta en particular lo de una escucha mayormente fragmentada, es cierto.
La primera puertita entre los artistas pueden ser: los sellos discograficos, o una compania de servicios de internet, pero hay un pasadizo notable y son los medios de difusión y sus "políticas" donde cada vez menos se habla con seriedad en cuanto a obras musicales se trate.
Saludos.
Guille.