Maten a Charly

Por Santiago Ramos


Desde hace algún tiempo los medios especializados en el rock incluyen dentro de su agenda la demonización a algunos artistas.
Para establecer las causas de esto habría que hacer una investigación rigurosa, cuyos resultados serían imposibles traducir en pocas líneas. No obstante se puede intuir a través de lo observado en las listas de rating que el escándalo vende mucho más que el análisis de cualquier obra.
Charly García pareciera ser el culpable de la pauperización musical de los últimos tiempos según los medios de comunicación (basta con entrar a la página virtual de cualquier medio gráfico y poner la palabra Charly García en el buscador). Es común que lo acusen de que ya no es el mismo, de que sus seguidores le perdonan todo (¿A caso habría que juzgarlo?), de que perdió el talento, de que se repite en sus discos, etc.
El talento no es un partido de fútbol donde se gana y se pierde, es una condición innata. Y las repeticiones escasas están para cerrar un concepto. Las repeticiones que se le acusan a Charly nunca son idénticas, sólo son ideas que van mutando constantemente, el constant concept, el demo metamorfoseado. Quién acuse de esto es porque jamás entendió el concepto Say No More. El sonido caótico en el que bellas melodías se conjugan con desprolijidades de cualquier tipo grabado en capas analógicas y digitales, hacen de ésta, una manera particular de elaborar música. Ni mejor, ni peor que en tiempos anteriores, diferente.
La pretensión de los críticos es que el compositor actúe siempre de la misma manera, que ponga el piloto automático y haga de vuelta los mismos discos que hizo en los ochenta, o los que hizo con La Máquina o con Sui Géneris. Si nos transportamos en el tiempo esa misma incomprensión sufrió el artista cada vez que emprendió un nuevo proyecto. Primero lo acusaron de blando, luego cuando fundó La Máquina le pidieron que vuelva con las canciones de fogón, más tarde con Serú que no andaba, en los ochenta de que vuelva al rock sinfónico, etc. Cabe aclarar que no todo artista incomprendido en su momento está haciendo una gran obra y es víctima de las críticas, puede ocurrir que la obra sea mala. En este caso y con el resultado puesto, pareciera que es más fácil observar las conductas privadas, comparar lo nuevo con discos que ya están legitimados por los cánones del rock, que ponerse ha escuchar la obra actual.
Es así que desde 1994 época en que apareció “La Hija de la lágrima” y comenzó la etapa que el propio García denomina Say No More, han llovido críticas impiadosas hacia sus discos, comportamientos, adicciones, shows, etc. Poniendo a todo en la misma bolsa. Jamás tuvieron la misma cantidad de párrafos los recitales en los que García sonó espectacular, como en los que hizo escándalos. Pareciera que el pulso vital de los últimos tiempos es sólo el de un artista que se cae a pedazos, cuando no es así. Es esencial revisar los últimos discos, como dijo alguna vez Roberto Pettinato: “con sólo recortar un pedazo de cualquier tema de Charly hecho del 90 para acá, está todo el rock argentino”.